Hace un tiempo visité la plaza central de la ciudad capital de la provincia del Chaco.
Era excepcional.
Todo en ella irradiaba luz y serenidad, debido , sin dudas, a la preservación del ambiente.
Desde allí se veía un impresionante paisaje, en el que descansan las afueras de la ciudad, de forma desordenada.
Desborda un sentimiento de protección al estar allí, porque la plaza se encuentra en el lugar clave de esta antigua ciudad.
No pude dejar de notar un monumento, que llamó poderosamente mi atención, por su gran importancia simbólica:
El Chaco Naciente.
Todavia perdura en mi mente esa imborrable visión y emoción que me produjo.
Distinguí de inmediato su intención, no es casualidad que mire hacia el este. Me conecté con los pasos de los inmigrantes, más bien con sus huellas.
Al estar cerca se siente la honra a las resistencias.
Y sí, al escuchar el caudal del Paraná, me di cuenta que la historia no es un sueño, que existe una ciudad sin fisuras. Entre el silencio que desborda esta ciudad, la presencia del corpulento bosque chaqueño, las típicas temperaturas cálidas, y los antiguos e históricos monumentos, casi se puede oír el bienestar que trae este alborotado río.
Mientras caminaba por sus calles, me preguntaba...¿Qué separa el dentro del afuera? Y me di cuenta que no hay respuesta que alcance para justificar la existencia de esta ciudad, simplemente no hay línea. Sólo es cuestión de límites ciegos y absurdos.
Nicole.
Gracias a Nicole Mellone, egresada del Instituto Nuevos Aires 2016, por su versión del clásico de Italo Calvino, y por las ganas y buena predisposición siempre.